
Así pues, la primera decisión compositiva a la hora de realizar un retrato es dónde vamos a colocar a la persona retratada, si en un entorno, y entonces tendremos que tener en cuenta los problemas compositivos espaciales, o aislada con un fondo neutro, o con un fondo significativo, pero sin consideraciones espaciales, o con ellas.
El segundo elemento compositivo debe ser el encuadre y la pose. ¿Qué nos interesa destacar? Podemos optar por algún elemento de la cara, la cabeza, el busto, medio cuerpo, si incluimos o no las manos, y lo que hacen, cuerpo entero, etc. De todos ellos el más complejo sería el retrato de cuerpo entero, ya que deja mucho espacio alrededor, y es necesario saber qué hacer con él.
Una vez decidido en encuadre hay que determinar cuál es la pose, más natural, más artificiosa, formal, informal, frontal, lateral, en escorzo, la dirección de la mirada, etc.

La tercera cosa que debemos decidir son todos los demás detalles: la ropa, o el desnudo, los objetos que acompañan, los colores de todos los objetos, del fondo, etc.; y, por supuesto, las luces. Todos ellos son elementos compositivos que van a revelar el carácter de la persona retratada.
En retratos formales y semiformales, nos encontraremos con que el fondo, los objetos que acompañan, etc., nos vienen condicionados, ya que, además del retratado, debe «salir» el lugar donde está y quién lo patrocina. También podemos componer con estos elementos condicionados, poniéndolos en lugares más o menos llamativos, o haciendo que su presencia sea más o menos accesoria.

Normalmente evitaremos las simetrías, aunque nada impide usarlas con fines expresivos.
Lo normal es que el retrato no tenga suelo, puesto que si tiene mucho suelo da sensación de lejanía, y apenas vuelo, puesto que un retrato con mucho vuelo da la sensación de que el sujeto se escurre hacia abajo. Aunque bueno, quizás sea eso lo que queremos expresar.
Puesta en un paisaje, la gente (y los animales) siempre atraen la atención. Si lo que importa es el paisaje, en el que incluimos gente, estamos ante la especialidad de paisaje, así que si lo que queremos hacer es un retrato el paisaje debe de estar al servicio del retratado, y ser significativo de lo que es.
El retrato en grupo

El primero es el del encuadre; ya no podremos hacer encuadres demasiado cerrados, porque han de caber más de una persona. Cuantas más personas haya más abierto ha de ser el encuadre, y llegará un momento en el que solo podamos hacer el retrato de cuerpo entero e incluyendo suelo y cielo, con lo que aparecen consideraciones espaciales en nuestros retratos, y elementos del fondo que hay que cuidar para que no llamen la atención.
El segundo es el enfoque; si en el retrato de una persona aconsejamos como regla general enfocar a los ojos, en el retrato en grupo todos los protagonistas deben aparecer igual de enfocados, de manera que todos tengan el mismo protagonismo.
El tercer elemento que debemos tener en cuenta es la distribución y la pose. Esto dependerá del carácter que tenga la foto, ya que no será lo mismo hacer una foto familiar, con poses naturales e informales, que una foto institucional, en que la que el protagonista debe ocupar el centro, al lado las autoridades por orden de importancia, que si a la derecha o a la izquierda, cuestiones, muchas de ellas, dictadas por el protocolo.

En general, al retrato en grupo le viene bien un punto de vista un poco bajo, con poco suelo y algo de vuelo, para que resalte la importancia de los retratados.
Los fondos suelen ser significativos, para mostrar, también, el carácter del lugar en el que se encuentran. Son raros los fondos abstractos.
Frecuentemente, a los problemas compositivos derivados de la fotografía en grupo debemos añadir los que plantea la fotografía en interiores, que veremos más adelante.
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