5 de diciembre de 2011

Mejorando nuestras fotos VI. LA COMPOSICIÓN

Hasta ahora, en todos los artículos publicados, he venido insistiendo en una premisa básica a la hora de hacer fotos: SER ORIGINAL (recordemos que componer es CREAR).


Ahora bien, deberíamos partir de la base de que cada fotografía es un mundo en sí misma, y no estaría de más considerar que la intención del fotógrafo al realizar y presentarnos la toma debería de ser más o menos diáfana al observador, es decir, que la foto “hable” por sí misma sin necesidad de explicaciones… aunque puede que aquí nos topemos con el aspecto creativo de la fotografía, entendida esta como obra de arte. Siendo este campo tan escurridizo pasaremos sobre él solo de puntillas. Las interpretaciones de una fotografía son tantas como los observadores. Lo que para ciertas personas es una obra de arte (más o menos “moderna”), para otras puede que no sea más que una foto movida, con ruido, desenfocada o subexpuesta.





No vamos a entrar en esta polémica, sino que nos centraremos en la visión más canónica de los métodos y reglas de composición que deberíamos de tener en cuenta. Y digo “tener en cuenta”, porque solo sabiendo las normas podremos “atrevernos” a romperlas. Vamos pues a dar unas pinceladas breves sobre las nociones básicas de encuadre y composición de una fotografía. Sobre este tema encontraréis ríos de tinta —y de bits— en bibliotecas y páginas de Internet (al final de la serie habrá un apartado de enlaces al respecto).

La famosa regla de los tercios

Creo que a estas alturas todos sabemos en qué consiste esta regla básica de la composición. Hay cámaras en las que incluso podemos sobreponer la rejilla en el visor para que nos ayude en el encuadre. Consiste en la división, tanto de la anchura como de la altura de nuestra foto en tres partes iguales, con lo que conseguiremos dos líneas en horizontal y otras dos en vertical. En la intersección de esas líneas, se formarán cuatro encuentros, denominados “puntos fuertes”. Según esta regla, colocando el/los motivo/s principal/es de la fotografía, conseguiremos un equilibrio perfecto, canónico y “políticamente correcto”, resultando una toma armónica, que permite una lectura correcta por nuestra visión binocular, con un recorrido que comienza en uno de los puntos fuertes y luego se pasea por el resto de la fotografía.

En la siguiente fotografía de mi serie dedicada a la Universidad pretendía enfatizar la presencia de un vaso roto, que evidenciase de alguna forma las modas actuales —el vaso procede, como podréis intuir, del botellón del día anterior—, con uno de los edificios emblemáticos del campus, para reconocer su ubicación —la facultad de Económicas—. Además de colocar el motivo en uno de los puntos fuertes, intenté jugar con el desenfoque de la lente, para que lo que estuviese nítido explicase por sí mismo el sentido de la toma, y lo que aparece desenfocado fuese el telón de fondo.

Regla de los tercios
Regla de los tercios


Jugando con esta regla de composición se consigue que la vista se vaya directamente al vaso, obviando en un primer vistazo el resto de la foto. Si el vaso estuviese centrado, perderíamos el encanto de la fotografía y la posibilidad de su recorrido de forma visual.

Otras proporciones

Además de esta división en tres partes iguales, tanto en altura como en anchura, existen otras proporciones, como la Sección Áurea, basada en el número dorado o áureo —representado en matemáticas por la letra griega fi—, que proviene del resultado de la relación existente entre la diagonal del pentágono regular y su lado:



En esta relación se basa la estética griega de la antigüedad (la letra fi es en honor a Fidias). La forma de relacionar estas dos medidas tiene varias denominaciones (divina relación, proporción divina, sección áurea, número áureo, proporción áurea, división de oro). Pues bien, para lograr esta proporción en nuestra fotografía, haciendo la misma división en nueve secciones del encuadre, en este caso quedaría la sección central más grande que el resto (ver foto de ejemplo más abajo). Esta proporción ya fue creada por Vitruvio, arquitecto romano que ideó un sistema de cálculo matemático de la división pictórica, para seccionar los espacios en partes iguales y así conseguir una mejor composición.

Dividimos un cuadrado en dos, y usamos la diagonal de una de sus mitades como radio para dibujar un arco de circunferencia que comience en uno de los vértices de dicho cuadrado. Ampliaremos sus dimensiones hasta convertirlo en "rectángulo áureo" hasta donde se encuentre con la prolongación de su base. Se llega a la proporción a:b = c:a. Si ahora situamos nuestros motivos en la línea que divide las dos figuras, conferiremos un equilibrio especial a nuestra toma.

Imagen

Muchos de los cuadros del renacimiento están basados en este tipo de proporciones y relaciones, así como muchas obras arquitectónicas, incluso actuales (Le Corbusier). Como curiosidad, las medidas de nuestro actual DNI están basadas en esta proporción.

De la misma serie de la Universidad, en la siguiente foto se utilizan las secciones áureas para enfatizar el sentido de la vía, desde la catedral hacia el campus, y llegando a este, las opciones de división a las distintas facultades.

Sección Áurea
Sección Áurea


Basándose en la citada relación áurea, Fibonacci descubrió la sucesión que lleva su nombre…

0, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34...

… y cuya particularidad reside en que cada número —a partir del tercero— se obtiene sumando los dos que le preceden. Por ejemplo, 21 = 13 + 8; el siguiente a 34 será 34 + 21 = 55.

Esta sucesión podemos encontrarla en la naturaleza, por ejemplo, en las escamas de una piña (de pino), donde van girando en espiral desde el vértice. Si contamos el número de espirales de una piña, nos encontraremos con uno de los números de la sucesión de Fibonacci. Y lo mismo ocurrirá si nos detenemos a contar las veces que las hojas divergen, en las ramas de las plantas. Incluso Mendel, en sus Leyes de la Herencia, estableció esta curiosa sucesión.

Una manera práctica de dibujar una espiral es mediante la construcción rectangular en las espirales de cuadrados; se trata de dibujar el cuadrante de un círculo en cada nuevo cuadrado que se añada (esta forma podremos encontrarla en la naturaleza en la concha de algunos moluscos).

Imagen

Y efectivamente, la relación entre los números pertenecientes a la sucesión de Fibonacci (cualquier número dividido por el inmediatamente anterior)… se aproxima al número áureo conforme más altos sean sus números. Impresionante, ¿no?

Pues bien, la espiral que acabamos de dibujar resulta, como no podía ser menos, otro patrón de composición que podemos aplicar a nuestras fotografías. Cuanto más nos ajustemos a la misma, más impacto visual tendrá nuestra foto, ya que se trata del recorrido natural de la vista para esa composición. Por supuesto, no todas las fotos se adaptan a esta espiral áurea, peo para muestra un botón: a continuación os muestro una foto en la que intento esta composición, mediante la colocación del motivo principal en el núcleo de la espiral.

Espiral Áurea
Espiral Áurea


También podemos componer nuestra imagen con arreglo a los denominados triángulos armónicos, que se forman trazando la diagonal de nuestro encuadre y desde el vértice opuesto trazando la perpendicular a dicha diagonal, de modo que en sus cortes se formen dos triángulos rectángulos. Procuraremos situar los puntos fuertes de la fotografía en estas intersecciones.

Triángulos armónicos
Triángulos armónicos


Dependiendo de qué sensación queramos transmitir en el momento de la foto nos apoyaremos en distintos tipos de líneas para agrupar los elementos de nuestra toma. Para transmitir seguridad, tranquilidad, sosiego, nada mejor que las líneas horizontales, como el encuentro entre el mar y el cielo, un lago y su reflejo, las vías paralelas, los bancos de una iglesia o determinadas líneas arquitectónicas… Si lo que queremos es transmitir fuerza, grandiosidad, ambición… utilizaremos las verticales, tales como los árboles de un bosque, grandes rascacielos, calles angostas, columnas, soportales, etc. (esta sensación se puede acentuar mediante un contrapicado, es decir, un punto de vista más bajo de lo normal). Si queremos mostrar el contraste, el dinamismo, la diferencia, o el equilibrio, habrá que añadir líneas curvas y oblicuas, procurando situarlas en el camino recorrido por la vista del observador. Al final de la observación de la fotografía, quien ve la imagen debe experimentar la sensación de paz (si el equilibrio está conseguido). Jugando con las perspectivas y la rotura de la uniformidad, se pueden conseguir sensaciones muy diferentes con la misma escena (o los mismos protagonistas) pero desde distintos puntos de vista, enfoques, o encuadres.

Líneas
Líneas


Si el sentimiento que queremos transmitir es el de aislamiento, soledad, desesperación, resignación… hemos de jugar con el espacio negativo. El sujeto de la imagen se enfrenta a un entorno que le desborda. Incluso, sabiendo manejar este espacio podemos llegar a transmitir angustia, incertidumbre. Existen grandes fotos minimalistas que aprovechan esta argucia compositiva para transmitir estas sensaciones. Muchos autores equiparan este espacio a los grandes silencios en un concierto, las pausas en un discurso o en un poema, la ausencia de ventanas en una parte de un edificio, etc. Casi todas las artes cuentan con un recurso similar.

Espacio negativo
Espacio negativo


Para mejorar el impacto de una fotografía, podemos recurrir a un viejo truco: romper el ritmo. Todos conocemos la típica foto de las cuatro docenas de huevos blancos entre los que de repente aparece uno marrón. Otros autores lo denominan el “todos menos uno”, y se trata de sorprender al espectador mediante la diferencia, un tono de color, un clavo con un golpe menos que los demás, un girasol mirando en sentido contrario, un soldado en formación que no realiza el mismo gesto que los compañeros, un árbol de hoja caduca en un bosque de pinos, un tulipán blanco entre cientos de rojos… las posibilidades son infinitas. Pero pasa lo que con todos los trucos: no conviene abusar. Una foto de este tipo entre muchas otras está bien, pero dos ya son multitud.

El efecto contrario al espacio negativo, lo conseguimos rellenando el encuadre, evitando que cualquier espacio interfiera en los elementos protagonistas de nuestra toma, centrando así la atención del observador en los elementos elegidos para mostrar. Algo parecido se consigue en el retrato con el primerísimo plano, donde nos centramos exclusivamente en una parte de la cara del sujeto, eliminando posibles distracciones con la ropa, el pelo o los complementos.

Otro recurso muy utilizado, tanto en fotografía de naturaleza como en fotos urbanas y arquitectónicas es la Simetría… intentar que las dos partes en que la toma es susceptible de dividirse, tengan el mayor número de elementos coincidentes en ambas mitades. Habrá que ser cuidadoso en el encuadre, tratando de equilibrar la toma y buscando el mejor punto de vista que ayude a resaltar esta característica. Puede ser un elemento de unión para una serie, para una exposición o para un grupo de fotos.

No debemos confundirlo con el reflejo, que conseguiremos gracias al agua (lago, embalse, playa) u otros elementos artificiales (la mesa de un café, un escaparate, un charco). En este caso, la simetría no es indispensable. Jugando con las imágenes especulares podremos construir un caleidoscopio o simplemente centrarnos en ese reflejo, siendo el protagonista de nuestra fotografía, incluso sin mostrar el elemento original reflejado. Siempre es grato encontrar en un reportaje alguna foto de este tipo, que saque al espectador de la monotonía y ponga un toque de frescura.

Reflejos
Reflejos


Conforme vamos avanzando en las distintas formas de componer una escena, sea esta un retrato, un paisaje, una toma de detalle o un juego minimalista, nos vamos dando cuenta que además de las líneas, espacios, formas y puntos de vista, podemos jugar con otros elementos que podemos hacer que jueguen en nuestro equipo: las texturas nos ayudarán a romper las dos dimensiones de la fotografía, introduciendo junto con la perspectiva una tercera dimensión que permita expresar mejor las sensaciones del mundo real. Directamente se asocian al sentido del tacto, ya que las superficies que muestran sus ondulaciones, altos y bajos y diferentes consistencias, incitan al subconsciente a recordar qué se siente tocándolas.

Las distintas agrupaciones o dominantes de color, ayudan a expresar nuestro mensaje. Todos sabemos que cada color tiene un sentimiento asociado: los hay que aumentan la relajación y la sensación de paz (azul), a otros se les relaciona con la pasión (rojo), la alegría y el optimismo (amarillo, naranja), la tranquilidad y la esperanza (verde). En la composición de la escena, siempre que esté dentro de nuestras posibilidades, procuraremos jugar con los colores de cara a conseguir la foto que queremos.

Los marcos, sean estos naturales (árboles, montañas, cuevas, matorrales) o artificiales (soportales, arcos, ventanas, edificios), ayudan a encuadrar la imagen y a centrar al sujeto de la misma, orientando al observador hacia donde queremos que fije su vista.

Sombras
Sombras


Como sabemos, la fotografía es LUZ, sin ella no sería posible, pero también podemos jugar con la dirección de esta luz, incorporando un elemento que da mucho juego: las sombras. Si nuestra fuente de luz es natural, deberemos atender a la hora de realización de nuestra sesión de fotos, pero si aquella es artificial, tendremos otro aliado a nuestro favor. En muchas ocasiones, las sombras se convierten en protagonistas de una foto.

Abundando en la relación con la luz, también ofrece alternativas la fotografía de siluetas, en forma de sombras más o menos recortadas sobre un fondo más luminoso. Este campo es toda una especialidad, siendo muy gratificante su práctica, ya que más que mostrar, insinúan, dejando a cada espectador su interpretación particular. Una división muy especial de este tipo de fotografía, y que tiene mucho de especialidad, es la fotografía de humo. Mediante técnicas de coloreado en el postproceso, se consiguen imágenes muy impactantes.

Para finalizar, me gustaría nombrar aquí, y en relación con el espacio negativo que mencionábamos anteriormente, la denominada “Regla de la Mirada”, consistente en disponer el motivo de la fotografía (mucho más en el caso de que tenga "ojos") de forma que hacia donde MIRE (donde dirija su vista) quede más espacio que al otro lado, independientemente de la extensión del fondo. Se explica de forma bastante gráfica en este post.

Como os digo siempre, no os olvidéis que las reglas existen y están ahí NO SOLO PARA CUMPLIRLAS, SINO PARA ROMPERLAS.

Sed creativos, y lo más importante: DISFRUTAD con la fotografía.

Algunos enlaces útiles:
Wikipedia
Reglas de Composición de dZoom
Curso de fotografía de Mail-x-Mail
Reglas de composición en Fotonostra
Curso de composición y encuadre de d-Foto
La composición en Thewebfoto
Reglas de oro de la composición de JGG
La composición en “Conoce la fotografía”
Unas sencillas diapositivas
La Composición en Xataca
También Microsoft se atreve a hablar de composición




Existen miles (millones, realmente) de recursos relacionados con la composición en fotografía. Solo he puesto alguno en español, pero os aseguro que en inglés (y otros idiomas) son incontables.

(c) Javier Díaz, 2010.

Enlace a este artículo en Sonymage (parte 1 y parte 2).

1 comentario:

  1. Fantastica recopilación de los temas clásico de la composición...
    Enhorabuena por el trabajo.

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